POR ALEJANDRO SANTANA
Recientemente, el abogado y comunicador Marcos Martínez desde Santiago de los Caballeros realizó una denuncia estremecedora que acaparó la atención pública, no sólo nacional, sino Internacional, la supuesta cuenta bancaria súper millonaria de la primera Dama de la Republica.
Por la firmeza en sus señalamientos, todos los que de alguna manera hacemos periodismo, asumimos un estado de expectación y nos hicimos adictos a los medios noticiosos de esa importante provincia; estuvimos en constante monitoreo.
La denuncia, formulada en momentos de campaña, cuando la figura de la primera dama estaba en la cúspide de la simpatía de la ciudadanía, creo diversas reacciones y logró resquebrajar la compostura de la candidata.
La vimos en pose de derrota, la vimos airada y hasta amenazante en momento y quienes la veíamos como ejemplo de moral, entrega y trabajo a favor de su pueblo, resultamos impactados.
Impactados porque de repente no sabíamos si lo que se denunciaba era cien por ciento cierto, ó si la postura de ella era actuación, pero nos quedamos atónitos, desconcertados, ante lo que podría ser verdad o injurias políticas.
Asumimos esa actitud debido a que el denunciante se mostraba desafiante ante las amenazas de sometimiento a la justicia y seguía esgrimiendo las acusaciones originales y amenazando con lanzar más lodo sobre la dama.
Pero ahora, cuando vemos al abogado, también santiaguero José Miguel Menier, diciendo que Martínez le había confiado que las denuncias se las había formulado una alta comisión del PRD, reaccionamos estupefactos, por nuestra condición de periodista y gremialista.
Y esa reacción por el infundio, nos hace deponer nuestra actitud de ir en defensa de un colega, que a raíz de los hechos demuestra que no tiene las bases éticas que mantienen firme la verdad de un hombre de la prensa.
Para un periodista honesto, la muerte es mejor que el desmentido de una información, ya sea denuncia o el manejo de los elementos de un hecho.
Cuando un periodista se deja usar por políticos para lanzar lodo contra una figura contraria y más en tiempos de campaña, ese hombre de la prensa queda sepultado moralmente, porque perder la credibilidad es lo peor que nos puede pasar.
La razón esencial de la existencia del periodismo es la denuncia de las cosas que no están bien en el interés de que se corrija y que la democracia se fortalezca.
Y sólo se logra esa fortaleza democrática cuando los hombres y mujeres de la comunicación son adjetivos, equilibrados, ecuánimes, e independientes y si por casualidad tienen compromisos que sea únicamente con la razón la verdad y con el pueblo.
No debe haber otro compromiso y quien no lo pueda asumir de ese modo que pague las consecuencias de ser tenido, como títere, manejado, deshonesto, inmoral y mandaero de políticos deshonestos que carentes de programas y visión de lo que deben hacer apelan a la bajeza el infundio y la mentira.
En los gremios periodísticos, está claro el compromiso de ir en defensa de periodistas y comunicadores, pero esa defensa está supeditada a que ese profesional haga un ejercicio apegado a las leyes, la ética, la moral, el respeto a la Constitución, las leyes y las buenas costumbre, y quien se salga de ese código de principios que pague las consecuencias.
Ya todo aclarado, la Primera Dama de la República, puede crecerse más en la preferencia y simpatía de la ciudadanía, dejando sin efecto sus aprestos de sometimiento a la justicia de esa persona porque está claro que sólo ha sido un títere.
Y si alguna sanción pudiera haber debía ser contra el, o los titiriteros que le dieron voz, al quedar demostrado que un comunicador a apelado a la mentira o ha sido manejado para que las esgrima, es la peor sanción que se puede recibir.
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