Residentes en los barrios de la ciudad y la zona rural de la provincia se sienten hastiados por la sordera estatal a sus reclamos de atención
SANTIAGO.- La temporada ciclónica puso a prueba nuevamente a las autoridades gubernamentales y municipales, con los daños provocados por las lluvias y vientos que acompañaron a la tormenta tropical Isaac, que desbordó ríos, arroyos y cañadas, con una secuela de pérdidas millonarias, pero no precisamente de los millonarios, sino de una amplia población hundida en la miseria y la pobreza de los barrios de la ciudad y zonas rurales.
Miles de familias sufrieron por quincuagésima ocasión los embates de fenómenos naturales, al ver sus casas de madera, blockes y techadas de zinc anegadas a causa del desbordamiento de los ríos y arroyos o cañadas, formadas por las correntías causadas por las lluvias.
Colchones, colchonetas, muebles, electrodomésticos y otras pertenencias, que sumados hacen millonaria la valoración global, fueron dañados por las lluvias que penetraban por las goteras de los techos y los espacios vacíos de las casuchas, a causa de la velocidad de los vientos.
Y como si se tratara de un problema constante, que asedia a los moradores de las conocidas zonas vulnerables de la ciudad, “cuando sale el sol que ese zinc se calienta no hay quien esté dentro de la casa por el calor, pero cuando empieza a llover es el agua que los saca de la vivienda que parece colapsar cada vez que llueve”.
Las poblaciones más afectadas tienen su habitat en los barrios Nueva York Chiquito, el Hoyo de Elías, Hoyo de Arroyo Hondo, el Hoyo de Julia, Los guandules y otros.
Algunos que según testifican “tenemos la garganta seca de tanto clamar a las autoridades para que vengan en nuestro auxilio, mientras que con otros, son los agentes de los organismos de socorros quienes ya no encuentran qué discurso usar para convencerles del peligro al que se enfrentan cada vez que se anuncia el paso de alguna tormenta, ciclón o huracán y que estos se niegan a salir de sus viviendas hacia los refugios, con argumentos poco convencionales con los que anteponen los artículos que tienen dentro de la casa, a la vida que para algunos, según evidencia sus actitudes, parece carecer de valor.
Sólo basta darse una vuelta por estas comunidades para percatarse que es una realidad la situación no solo de precariedad, marginalidad y carencia de redes de agua potable y de electricidad, sino del estado de riesgo en que se encuentran cada vez que se avecina un aguacero que culmina en inundación, lo que por cierto será común por lo menos hasta noviembre.
Un panorama que ya hasta parece cíclico, tanto así que hay quienes se han acostumbrado a ver la lluvia venir, dejar que la casa se les inunde para luego con cierta resignación “sacar el agua de la casa para volvernos a entrar” y cuando se les aborda con la pregunta y qué piensan hacer ante el aviso de tormenta, la respuesta que no tarda en salir a relucir es “ay mi hijo, y qué vamos a hacer si no tenemos para dónde irnos; esperar que pase la tormenta para sacar el agua y volver a entrarnos”.
Sin embargo, cada año la situación entre los meses de junio a noviembre se torna igual.
Las familias que desde sus casuchas claman a las autoridades que vengan en su auxilio con el agua hasta el pecho y que con el pasar de los años ven que su situación continúa igual, mientras que los organismos de socorro continúan alertando sobre el peligro a estas familias en zonas vulnerables, que en ocasiones parecen ignorar su realidad o prefieren hacerse la idea de que tal peligro no existe.
UN APUNTE
Urgente atención
La inclemente naturaleza no es estática, permite que usufructúen sus recursos, pero se vuelve impaciente y ataca para recuperarlos. Esa es la constante que sufren cientos de miles de familias pobres de Santiago.
Escrito por: Lusbania Santos/el nacioanl.com.do
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