Cuando la vida humana vale igual que la de un perro‏ - Campesino Digital

Notas:

viernes, 4 de julio de 2014

Cuando la vida humana vale igual que la de un perro‏



Práxedes Magalys Olivero G.

Hace unas cuantas noches, me levanté en la madrugada. Vi una rata intentando beber en una fuente de agua que hay dentro de la casa. Sentí deseos de empujarla y que se ahogara. Pero me detuve pensando que esa sería una muerte muy cruel hasta para una rata. Esa no fue la misma idea que tuvieron quienes quitaron la vida a Yulenz Thomas: 18 años, estudiante aplicado, brillante...
Yulenz desapareció la noche del 24 de diciembre del 2013, luego de salir de su casa en el barrio Punta Palma II, Barahona, a comprar a un colmado cercano. El 1ero. de enero, su cuerpo fue encontrado flotando en una cisterna de una casa en construcción a unas cuantas calles de  donde vivía. Según   Patología Forense, murió como resultado de los golpes recibidos en el tórax y en la parte frontal, y por ahogamiento.

Imagino a los depredadores de Yulenz golpeándolo con saña hasta dejarlo inconsciente; luego, quizás esperar que la oscuridad de la noche les permitiera ocultar su crimen; y entonces, con un desprecio absoluto por la vida humana, lanzar su cuerpo al fondo del estanque. Por último, y a sabiendas de la brutalidad del acto que acababan de cometer, los imagino agazapados en las sombras de la casa en construcción, y  aún con las manos salpicadas por la sangre inocente, tomar la plancha de zinc con la que encubrirían su crimen. Es difícil suponer qué tipo de ser humano pudiera cometer un acto tan cruel.

 Cuesta definirlo. Pudiéramos decir que es una bestia, pero ni así acertaríamos. Las bestias pueden ser depredadores por necesidad. Las bestias, dado que son seres irracionales, están impedidas de sentir odio. Quienes cometieron ese acto tan despiadado están llenos de odio.

Esos entes, en esencia, fueron los mismos que mataron a Sadam, mi perro. Salvando las diferencias, este también fue un acto innecesario y cruel.

Por la muerte de Sadam nadie rindió cuentas. Lo mismo ha ocurrido con el crimen despiadado hacia Yulenz Thomas. Nadie ha sido llevado ante la justicia a rendir cuentas.

 Probablemente si Yulenz Thomas hubiese sido hijo de alguna persona de dinero o con apellido reconocido, ya esos entes depredadores estuvieran en la cárcel. Pero, Yulenz era hijo de una mujer pobre, de apellido desconocido; por lo tanto, en una sociedad como la actual, Islande Desir, la madre de Yulenz, pasa a ser ciudadana de tercera o cuarta categoría.

Conforme a esa dinámica de una sociedad deshumanizada, a seis meses de este crimen no se sabe quiénes lo cometieron, ni mucho menos por qué fue tronchada la vida de Yulenz y cubierta de luto la  de Islande.
Es en tal situación, cuando cabe afirmar que cuando se es pobre, y por demás negro,  ¡la vida humana vale igual que la de un perro!


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