Siembra de tomate en Azua: donde la tierra sangra y la esperanza muere - Campesino Digital

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sábado, 16 de agosto de 2025

Siembra de tomate en Azua: donde la tierra sangra y la esperanza muere


Por: Delis Vargas

En los campos de Azua, la tierra llora. Se siembra el tomate, fruto humilde nacido del sudor y la pobreza, y se vende el quintal más barato jamás producido por la mano del hombre. Ninguna otra labor humana se paga con tanta miseria, con tanta indiferencia, como el trabajo del agricultor de mi pueblo. Allí la esperanza se marchita antes de brotar, porque la injusticia es más fértil que la semilla.

Cada surco es un grito ahogado. Los hombres y mujeres que labran la tierra amanecen con el alma rota y el cuerpo cansado, alimentando la ilusión de un pago justo que nunca llega. A los agricultores les prestan dinero para poder trabajar, pero la deuda se convierte en cadena; les pesan la cosecha a escondidas, robándoles la verdad del fruto que cosecharon; les ponen el precio a los insumos como un verdugo que ajusta la soga al cuello. Y cuando todo termina, el bolsillo queda vacío, la vergüenza se queda, y la esperanza muere un poco más.


Y mientras tanto, los políticos se disfrazan de salvadores y levantan banderas para anunciar, con un júbilo infame, la llamada “feria del tomate”. ¡Qué burla! ¡Qué insulto! Debería llamarse la feria de la miseria, porque ahí no se celebra el esfuerzo del campesino, sino la explotación que lo esclaviza. Ahora dicen, con una sonrisa hipócrita, que el quintal subirá veinte pesos. Veinte miserables pesos, una limosna lanzada al fango donde están hundidos mis hermanos agricultores.

Azua no debería ser tierra de pobreza. La tierra no debería sangrar tanto para dar tan poco. Pero la injusticia ha echado raíces profundas, y cada año florece la misma tragedia: hombres que siembran hambre y cosechan miseria, familias que trabajan como gigantes y son tratadas como sombras. Y nadie se atreve a gritar por ellos, porque la costumbre de la injusticia ya se volvió paisaje en nuestro pueblo.

En Azua no se cosechan tomates. Se cosecha dolor, humillación y olvido. Y aun así, nuestros campesinos siguen sembrando, no por esperanza, sino porque rendirse sería morir un poco más rápido.

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